El poder de la oración

Hay algo en la vocalización o el hecho de entonar una oración que le da más energía y vitalidad que cuando se expresa en silencio. Quizás se deba a que, como decían los místicos de la antigüedad (y como han verificado los científicos modernos), todo se encuentra en un estado de vibración.

El hecho de que los sonidos hayan sido la forma principal utilizada por las tradiciones para acompañar la oración, rituales o ceremonias, o sesiones de sanación nos muestra que el sonido es la clave para potenciar la intensión.

Gran parte del avance en este sentido se ha alcanzado principalmente gracias a la labor excepcional del científico espiritual Gregg Braden.

En su revolucionario libro El poder de la profecía, Braden indica que la forma más poderosa de oración no consiste en pedir algo, sino en alcanzar un estado de aprecio como si ya hubiese ocurrido. De ese modo, afirmar “¡gracias por la ayuda!” parece dar mejor resultado que decir “ruego que me ayude”.

El hecho de utilizar la oración para pedir algo, como en el segundo ejemplo, se deriva del conocimiento de su carencia y, por lo tanto, proviene de una conciencia basada en el miedo. La primera frase, que contiene la palabra “gracias”, se deriva de un estado de aprecio, como si lo que uno solicita ya se hubiera concedido, y por lo tanto proviene de una conciencia basada en el amor y la confianza. Un estado de espíritu agradecido y compasivo.

Los investigadores del Instituto HeartMath, con sede en California, han demostrado que ese estado de aprecio crea una resonancia electromagnética coherente entre el cerebro y el corazón.

El campo electromagnético generado por el corazón es sesenta veces más grande que el generado por el cerebro. Esto significa que los rezos que vienen del corazón producen una mayor respuesta electromagnética. Así pues, las oraciones creadas a partir del agradecimiento parecen ser más poderosas, como sucede con las plegarias dichas en voz alta.